Con los años una va aprendiendo muchas cosas, quizás es lo bueno de nuestra profesión, que nunca se deja (ni se debe dejar) de aprender. A quienes nos fascina la enseñanza también nos gusta aprender.
Con el paso del tiempo, ir adquiriendo experiencia (y algún que otro palo, para qué vamos a negarlo), he ido aprendiendo que:
menos es más
Me explico: menos parafernalia, menos dejarme encandilar por modas, menos darle importancia a ¨los gaigolos¨ (como diría mi madre)... No voy a decir que me haya vuelto minimalista, pero la verdad es que con el paso del tiempo, y gracias a lo que he aprendido dando clase y lo que he descubierto en formaciones y leyendo, me he dado cuenta que mi tiempo en la escuela es limitado y que necesito invertirlo bien tanto para ser efectiva, como para no agobiarme (algo que sigo en proceso de aprender). Que hay que sacarte todo el jugo posible a los recursos para no acumular por acumular, evitar actividades ¨de usar y tirar ¨, y que como dice Armando Montes, cuidemos que los entornos sean lo más ecológicos posibles, y aprovechemos las situaciones naturales que nos ofrece la comunicación y la propia clase.
Esto me ha llevado a priorizar más en contenido y forma: a seleccionar lo importante de lo deseable, a no hacer actividades ¨lo estreno y al cajón de los recuerdos¨ y a programar de acuerdo con la necesidad y no con hacer cosas por hacerlas, simplemente porque la he visto en una red social, ¨y mira qué llamativa y bonita¨.
Y sí, lo reconozco porque esto es un ejercicio de evaluación y autocrítica: a veces he llevado a cabo, e incluso diseñado, actividades que al terminar he dicho: ¨bueno, y esto...¿para qué me ha servido?¨
Sí, me ha pasado. Y es que a veces he caído en la trampa que enseñar por los ojos. Sí sí, lo mismo que cuando que ves algún postre, golosina o comida que te parece deliciosa, te pegas un atracón y luego te empachas; pue alguna vez he cometido ese fallo en el aula. ¿Porqué? Quizás porque dentro de esta ¨cultura visual¨ en la que estamos envueltos producimos tanta cantidad de recursos (cada cual más bonito/atractivo, lo cortés no quita lo valiente) que al final no discernimos lo que tiene efectividad y funcionalidad de los que, a pesar de tener un aspecto escrupulosamente diseñado, el objetivo quedó en un segundo plano. Y...
nuestros recursos no tienen que entretener, tienen que enseñar.
Y es que no somos una ludoteca, nuestros recursos tienen que cumplir una función y en el centro de todo no está el material, ni el juego ni la ficha de turno. Si dependemos tanto de la actividad de moda y esta nos falla (uy la impresora no va y la quería sacar para hoy, se ha caído internet y no la puedo hacer porque es online, se ha atascado la plastificadora y me ha dejado la hoja chuchurrida...) ¿Qué me queda? Depender tanto de un recurso nos deja al margen y lo importante nunca son los materiales, lo importante es la interacción con mis alumnos/as.
Y si dependo tanto de las cosas y artilugios para ¨enganchar¨ a mi alumnado, algo no estoy haciendo bien...
¡Ojo! No estoy quitando en absoluto valor a los recursos, no me atrevería ni esa es mi intención, pero sí me gustaría reflexionar...Reconozco que alguna vez me he dejado llevar más por la estética que por la funcionalidad de la actividad y eso obviamente ha tenido sus consecuencias: primero que no he definido bien el objetivo y me he dejado influenciar por la apariencia de la actividad (¨qué bonita me ha quedado la actividad...seguro que a mis alumnos/as le encanta!) Y yo tan contenta porque el alumnado ha pasado un buen rato...Cuando después de hacerla valoras el impacto sobre el objetivo o el indicador de evaluación que estás trabajado y ves que no ha valido para hacer progreso, piensas ¿¡qué he hecho!?
Bueno es que una cosa es lo que nos planificamos y otro el devenir del aula normal...
Que no es que nuestra realidad sea mala, es que a lo mejor tenemos las expectativas muy altas (o nos creemos que todo sucede tan maravillosamente como aparecen en las RRSS). Pues ni mi clase es tan grande como las de Pinterest ni me va todo tan ideal como en las de Instagram ni canto ni bailo de alegría como los de TikTok....¡y no pasa nada!
Y luego por otro lado está el valorar si la actividad en sí cumple con los requisitos básicos: ¿contiene elementos distractores? ¿esos elementos visuales que solo cumplen un valor estético, pueden afectar a la capacidad de mi alumnado para mantener la atención necesaria para aprender? ¿para qué sirve ese ¨ruido visual¨?
Si primamos la estética sobre la funcionalidad de la actividad, ponemos en riesgo el objetivo que pretendemos alcanzar
Aprovecho para compartir las referencias de un estudio* sobre el impacto que tienen las aulas excesivamente decoradas en la capacidad de mantener la atención del alumnado: el entorno visual juega un papel en cómo el alumnado fija la atención durante la instrucción y si bien es cierto, la susceptibilidad a los distractores ambientales está condicionada por factores/características individuales, lo que el estudio demuestra es que las clases que están excesivamente decoradas afectan al aprendizaje... así que una vez más y teniendo en cuenta lo que dice la investigación: menos es más.
No se trata de crear situaciones ni entornos completamente asépticos y diáfanos, pero sí de cuidar lo que hacemos y sopesar los pros y contras que tendremos a la hora de implementar ciertas cosas en el aula. Que no es ¨ludificar¨ por ¨ludificar¨ y hay que priorizar para poder aprovechar al máximo nuestro tiempo.
- En relación al aula: no es lo mismo decorar que ambientar. Y me vais a perdonar, pero un póster de Toy Story 2 pegado ahí desde 2001 poco aporta al trabajo del aula.
- En relación a la elaboración de materiales: si tiene más elementos estéticos, colores chillantes, fuentes de letra que resulta casi ilegible o es difícilmente manipulable, pierde la finalidad y crea un exceso de carga cognitiva en el alumnado porque tiene que hacer mayor esfuerzo en centrarse en lo que realmente es importante en ese trabajo.
Esto por supuesto, no es una crítica hacia nadie, es una reflexión, que como docentes es más que necesaria. No cualquier cosa nos vale y tenemos que priorizar para sacarnos el máximo partido, ser efectivos y no perder de vista que al final lo importante es lo bien que dominemos aquello que queremos enseñar y que seamos capaces de interaccionar plenamente con nuestro alumnado. Lo demás es un plus que suma (si está bien planteado).
*Fisher, A. V., Godwin, K. E., & Seltman, H. (2014). Visual Environment, Attention Allocation, and Learning in Young Children: When Too Much of a Good Thing May Be Bad. Psychological Science.
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